Durante varias décadas Polla y Coño tuvieron una vida sexual aceptablemente activa.
Disfrutaron de los cuerpos que tenían unidos ámbos con total libertad, consentimiento
y pasión. Todo funcionaba con relativa normalidad hasta que llegó el día en que las cosas
empezaron a deteriorarse. Coño alcanzó los 47 años con un buen aspecto general. El paso
del tiempo no quebró la belleza innata que le caracterizaba, pero si hizo mella en su apetito,
en su líbido, en su deseo por Polla, y eso tenía un nombre de catastróficas consecuencias:
La menopausia.
Esta enfermedad o lacra terrible para el hombre comenzó a desarrollarse en Coño
causándole pequeños transtornos que con el paso del tiempo fueron a más. Primero
sudoraciones y acaloramientos sin venir a cuento, acentuación de un carácter agresivo
y desagradable, magnificación de cualquier gilipolléz convirtiendo la misma en un serio
problema de estado, acritud en general y desenlace final que cambió las vidas de los dos.
Coño dejó de funcionar como tal aunque mantenía intacta la hermosura del cuerpo y rostro
que nacieron unidos a ella. Fueron pasando los años y Coño fue recuperando poco a poco
su simpatía, sus ganas de vivir, incluso adquirió esa extraña belleza que te otorga el paso
del tiempo, como un buen vino. La sonrisa volvía a lucir en su semblante despues de tantos
años de absurdidad y lágrimas de cocodrilo, pero la sequedad vino para quedarse. A Coño
no le importó en absoluto, de hecho su vida se volvió más cómoda, más seca pero más
cómoda, y siguió avanzando en su carrera hacia la muerte con paso firme y desenfadado,
aceptando su nueva rutina, su nueva vida con sexo cero.
Eso a Polla no le hizo ni puta gracia y de hecho acabó afectándole bastante, convirtiendo
su "idem" en un bulto sospechoso, (valga la redundancia). Al final, con el paso del tiempo
Polla acabó aceptando la situación al igual que Coño, y siguió avanzando por la vida
disfrutando de otros placeres que nos brinda la misma, marcándose pèqueños objetivos
y lográndolos. Eso le empalmaba bastante, aunque no sirviera de nada.
La masturbación eventual en horas de poco tránsito familiar entró a formar parte de su
vida, cosa la cual tampoco es que le apeteciera en demasía, pero le servía en momentos
puntuales para vaciar un poco sus huevos y hacer un poco de ejercicio no remunerado.
Polla y Coño rebasaron la cincuentena de largo, felices, con sus pequeñas fricciones
ocasionales, pero viviendo la vida a su manera, con simplicidad, que al fín y al cabo es
una de las mejores fórmulas para ser felíz.
Un día cualquiera Coño se hallaba realizando unas compras en el supermercado, tres
tonterías, pan de molde, mantequilla y aceitunas picantes. En un momento dado Coño
pensó que igual Polla necesitaba alguna cosilla y entonces decidió llamarle por teléfono
para preguntarle.
Marcó el número de Polla y a los pocos segundos Polla se puso a la escucha.
Polla, soy Coño, estoy en el super comprando dos bobadas, ¿necesitas algo?
Follar.
100%